Por Jon Arbizu.
Ya son casi 40 años ininterrumpidos los que la familia Arbizu llevamos reuniéndonos una día para ir a comer juntos, y este año no ha sido la excepción. Mientras comíamos, hice este pequeño análisis sociolingüístico:
Mi abuela y abuelo (primera generación) vivieron en un pueblo cercano a Iruña, y allí criaron a sus cuatro hijos y dos hijas (segunda generación). Pese a utilizar muchas palabras y estructuras de indudable origen euskérico y a vivir en un entorno repleto de topónimos en esa lengua, ninguno de ellos “recibió” el euskera. Uno de esos hijos “se casó a Lakuntza” con una vascoparlante y, como consecuencia de ello, llegaron los primeros 4 Arbizus euskaldunes. El resto de la tercera generación, a excepción de alguno que lo aprendió después, pasaron a engrosar la lista de monolingües castellanos. Fue entonces cuando puse la mirada en la mesa de la cuarta generación, y conté que nueve de ellos son y serán capaces de expresarse en euskera. 0-0-4-9: sin miedo a encajar gol, dejando desguarnecida la defensa, tenemos un buen medio campo y una delantera que invita a la ilusión.